La votación popular de SEO/BirdLife para elegir el Ave del Año 2025 tiene ganadora: el treparriscos (Tichodroma muraria), una de las aves más singulares y esquivas de nuestra fauna. Ligada íntimamente a las zonas de montaña, su vuelo ondulado y espasmódico recuerda al de una enorme mariposa, y su plumaje pizarroso se transforma en un espectáculo cuando despliega sus alas bermellón.

En España, esta especie cuenta con entre 600 y 900 territorios y una población reproductora estimada de 1.200 a 1.800 ejemplares. Su principal amenaza: el cambio climático y la alteración de su hábitat.
Un símbolo de conservación
El treparriscos vive en cortados rocosos de alta montaña, alimentándose de pequeños invertebrados que captura en paredes verticales, fisuras y repisas con vegetación. También se le puede ver ocasionalmente buscando alimento en cortezas de árboles o entre matorrales rupícolas.
Un ave de alta montaña muy especial

En España, su distribución es fragmentada, con dos poblaciones principales: Cordillera Cantábrica y Pirineos. Su periodo reproductor comienza entre mediados de mayo y principios de junio. Debido a lo inaccesible de su hábitat y a lo difícil que es detectarlo, todavía hay muchas incógnitas sobre su población exacta y su tendencia.
El treparriscos es un ave altamente especializada, adaptada a condiciones muy concretas de temperatura, innivación y precipitación. Esto lo convierte en un indicador excelente del impacto del cambio climático en los ecosistemas de alta montaña. El aumento de las temperaturas ya está modificando la cantidad y calidad del hábitat disponible para esta especie.
Por qué importa su protección
Preservar al treparriscos significa proteger un ecosistema único. La alta montaña alberga especies con una estrecha dependencia de su entorno, por lo que cualquier alteración climática o ambiental puede ser devastadora. Su presencia es un recordatorio de que la biodiversidad de nuestras cumbres es frágil y valiosa.
Con esta campaña, SEO/BirdLife lleva 36 especies elegidas desde sus inicios para alertar sobre su estado de conservación o el riesgo que amenaza sus hábitats. Este año, el proceso participativo sumó 6.883 votos, de los que 2.537 (36,81%) fueron para el treparriscos, seguido del ruiseñor pechiazul (33,86%) y el gorrión alpino (29,33%).