1. Piedrahita
Ubicado en la vertiente norte de la Sierra de Villafranca, Piedrahita, es uno de los pueblos de Ávila que debes visitar si o si. Está rodeado de paisajes que alternan montaña y llanura. En su casco urbano destaca la plaza Mayor porticada y el Palacio de los Duques de Alba, de estilo barroco francés, construido en el siglo XVIII sobre los restos de una fortaleza medieval. El Torreón del reloj, conocido por inspirar al poeta Gabriel y Galán, forma parte del conjunto monumental. También merecen una visita la iglesia de Santa María la Mayor, el convento de las Carmelitas, la casa de Gabriel y Galán y las ruinas del convento de Santo Domingo. Además, es un referente nacional para la práctica del parapente.
2. Arévalo
Capital histórica de La Moraña, Arévalo es un ejemplo destacado del mudéjar castellano. La Plaza de la Villa, con sus soportales y empedrado irregular, está flanqueada por las iglesias de San Martín y Santa María. Otros hitos son el castillo de los Zúñiga, la puerta de Alcocer, el puente de Medina y la ermita de la Lugareja. Su gastronomía tiene como estandarte el Tostón de Arévalo, un asado de cochinillo que conserva técnicas tradicionales.
3. El Barco de Ávila
Centro comarcal de los valles del Tormes y del Aravalle, El Barco es uno de los pueblos de Ávila qué conserva un recinto histórico con restos de muralla, la Puerta del Ahorcado y el puente medieval de ocho arcos sobre el río Tormes. La iglesia parroquial de La Asunción, la ermita de San Pedro del Barco, la Casa del Reloj y el castillo de Valdecorneja, reconstruido en el siglo XIV, forman parte del legado arquitectónico. Las judías blancas, reconocidas por su calidad, son el producto emblema del municipio.
4. Candeleda
Situado al pie del Almanzor, el pico más alto de Gredos, Candeleda presenta una arquitectura que recuerda a La Vera cacereña, con entramados de madera y calles estrechas. Destacan la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, el museo del juguete en la Casa de las Flores y la Casa de la Judería. En las afueras se encuentra el santuario de la Virgen de Chilla, mientras que el castro vetón de El Raso ofrece una visión arqueológica única sobre los pueblos prerromanos.
5. Bonilla de la Sierra
Esta villa medieval, situada en el valle del Corneja, fue lugar de retiro de obispos y reyes. Su castillo, hoy de propiedad privada, conserva la torre del homenaje y frescos de temática caballeresca. La colegiata de San Martín de Tours, de estilo gótico, es el edificio más notable. La plaza Mayor, con casonas solariegas, refuerza el carácter señorial del conjunto urbano. A las afueras, en ‘El Mortero’, se halla un altar rupestre datado entre el Neolítico y la Edad del Bronce.
6. Madrigal de las Altas Torres
Recinto amurallado de origen medieval, cuna de Isabel la Católica y del obispo Vasco de Quiroga. El palacio de Juan II, convertido en convento, fue sede de la corte itinerante castellana. La iglesia de San Nicolás de Bari, con su torre campanario de 65 metros, y la de Santa María del Castillo forman parte del itinerario patrimonial. El Real Hospital de la Purísima Concepción y los restos del convento agustino completan el panorama histórico de esta villa.
7. Arenas de San Pedro
Arenas se ubica en la vertiente sur de Gredos y es uno de los pueblos de Ávila de referencia en el Valle del Tiétar. Destaca el castillo del Condestable Dávalos, del siglo XV, el palacio neoclásico del Infante Don Luis de Borbón y Farnesio, y la parroquia de Nuestra Señora de la Asunción. La ermita del Cristo de los Regajales y el puente medieval Aquelcabos reflejan el pasado de la villa. En el entorno natural, sobresalen el santuario de San Pedro de Alcántara y las Cuevas del Águila, formación geológica visitable con un alto valor paisajístico.
Si estás buscando un destino de interior con identidad, historia, naturaleza y sabor, la provincia de Ávila ofrece alternativas para todos los perfiles de viajero. Desde rutas culturales hasta escapadas rurales, desde gastronomía tradicional hasta propuestas de turismo activo, cada pueblo es una puerta abierta a una Castilla auténtica, que aún conserva el ritmo pausado de la vida bien vivida.
