En pleno corazón de Guadalajara, protegida por uno de los castillos más imponentes de Castilla-La Mancha, se alza Zorita de los Canes, una de las villas más bellas y con mayor legado histórico de la región. Declarado conjunto histórico en 1931, este enclave conserva intacta la memoria de un pasado fascinante que sigue respirándose en cada calle, cada piedra y cada muralla. El pueblo castellano que enamoró a una princesa.

A orillas del río Tajo —hoy reconocido como Reserva Fluvial— Zorita mantiene viva su esencia medieval. Su historia está profundamente marcada por la huella de la Orden Militar de Calatrava, cuyo símbolo todavía puede apreciarse esculpido a los pies del arco que da acceso a la villa.
De visigodos a califas: mil años de historia
Aunque su origen se remonta a época visigoda, Zorita fue un punto clave en la sublevación contra el califa Abderramán III en el año 926. Ya en 1085, tras la conquista cristiana, Alfonso VII repobló la zona con mozárabes aragoneses. Años después, el poder feudal se impuso cuando la familia de los Castros tomó el control, incluso enfrentándose a la propia monarquía.
En 1169, el joven Alfonso VIII recuperó el control gracias al apoyo de las milicias concejiles y los caballeros calatravos. Poco después, en 1170, casado con Leonor de Inglaterra, ofreció a la reina el castillo de Zorita como parte de su dote. Y en 1174, Zorita fue cedida a la Orden de Calatrava, que la convirtió en un importante bastión militar.
El castillo: bastión de poder, refugio de nobles
Durante los siglos XII y XIII, Zorita fue sede de la Mesa Maestral de la Orden de Calatrava, destacando el trabajo del maestre Ruy Díaz. En los siglos siguientes, la fortaleza vivió episodios de conflictos internos dentro de la propia orden.
En 1565, pasó a manos de Ruy Gómez de Silva, duque de Pastrana y esposo de la célebre princesa de Éboli, quienes adaptaron la fortaleza para vivir en ella. La villa se integró en un mayorazgo familiar hasta el siglo XVIII, momento en que fue adquirida por la familia de los condes de San Rafael. El título honorífico de Comendador de Zorita sobrevivió hasta el siglo XIX.
Fortaleza, símbolo y residencia
A lo largo del tiempo, el castillo de Zorita combinó funciones defensivas y residenciales. Sirvió de baluarte para la Orden de Calatrava, pero también fue morada noble. Hoy, su silueta sigue marcando el perfil del pueblo, como un vigía eterno de la historia.