Entre las laderas suaves de la Alcarria y el rugido constante del río Tajo, se esconde el pueblo de las cascadas, Trillo, un pequeño y encantador pueblo de Guadalajara donde el agua no es solo paisaje, sino alma. Desde la Sierra de Albarracín hasta Lisboa, el Tajo dibuja belleza, pero es aquí, en este rincón castellano, donde sus aguas se desdoblan en espectáculo.

Conocido como “el pueblo de las cascadas”, Trillo cautiva con su postal natural: las cascadas no están alejadas ni escondidas, sino integradas en el corazón del casco urbano. Brotan bajo casas, atraviesan plazas, y rugen junto a bares donde el sonido del agua es la banda sonora cotidiana. Desde el puente del siglo XVI, uno contempla la fusión del río Cifuentes con el Tajo, una sinfonía natural que da paso a ‘El Chorreón’, una imponente cascada de 20 metros rodeada de verde.
Entre el Parque Natural del Alto Tajo y la Castilla más antigua. Tri guarda además joyas como la Casa de los Molinos, el edificio más antiguo del municipio, o la iglesia de Santa María de la Estrella, herida por la guerra pero todavía orgullosa. Y en su plazuela de San Blas, un Museo Etnológico cuenta el relato de quienes dieron vida a este pueblo.

Trillo «el pueblo de las cascadas» no solo se visita: se vive. En verano, los vecinos se lanzan al río en sus fiestas como acto de amor por su tierra. Y como decía Cela en su Viaje a la Alcarria, aquí no se va a buscar algo, se va a dejarse encontrar.