En un mundo saturado de noticias veloces, hay historias que nos detienen el tiempo. Como la que ha dado la vuelta al mundo desde Egipto, donde un padre se convirtió en héroe sin pensarlo dos veces. Su hija, pequeña, frágil, tropezó y cayó a las vías del tren en una estación de El Cairo. El tren ya venía. Sin espacio para dudar, él saltó al tren para salvarla del atropello.
Las imágenes, registradas con un teléfono móvil, capturan el instante en que el padre se echa sobre ella, cubriéndola con su cuerpo mientras el tren pasa a centímetros de sus espaldas. Se oyen gritos. Alguien graba. Alguien reza: “Ostor ya rab”, que en árabe significa «Dios protege».
La escena del tren y el casi atropello se ha hecho viral, sí. Pero más allá del clic o la emoción pasajera, lo que queda es la fuerza del vínculo humano. “Le dijeron que no se moviera, que esperara, que el tren aún no había pasado del todo”, escribió un testigo en redes. Él no escuchó. Él decidió.
Este tipo de actos nos recuerdan que el valor no tiene uniforme ni agenda. A veces, simplemente viste ropa común y salta a las vías.